miércoles, 19 de enero de 2011

TELÉFONOS

Llega a la esquina de Ricardo Cumming con la Alameda. Son casi las siete y media de la tarde y la luz del sol ya se ha ido por completo. Fue un día frío, húmedo, por lo que puede verse a los transeúntes abrigados, exhalando vapor al respirar. Como es habitual a esa hora y en ese punto del plano, los vehículos del Transantiago avanzan entre bocinas y semáforos, con personas que viajan apretadas en su interior. Él se acerca al paradero, se calza los anteojos para distinguir el recorrido que le corresponde; en una de sus manos lleva un grueso maletín que lo delata como visitador médico. De pronto el semáforo da la luz roja y el recorrido que lo lleva hasta su casa aparece entre los demás.    Milagrosamente   – dado que viene exhausto – hay un asiento desocupado atrás del chofer. Trepa al vehículo y tanto el maletín como el abrigo lo incomodan en la maniobra; pesadamente se deposita en el asiento, y se deja ir, con la vista hacia delante. La radio en el interior va sonando con volumen moderado, es una canción de los Fabulosos Cadillacs, que si mal no recuerdo se llama “Genio del Dub”. Se sorprende al oír música a bordo, y sobretodo esa música. Pocos minutos después, los anteojos vuelven a un bolsillo interior del abrigo, junto al corazón. Espera llegar a calentar unos porotos que él mismo cocinó y que ahora, pasado un día, deben estar más sabrosos.
                Su jornada laboral transcurrió con urgencia, pero aún no llega el momento del día en que se diga que, en efecto, el día fue de tal o cual manera; todavía no vuelve tras sus pasos, y ello propicia la continuidad, es decir, aún no sucede todo lo destinado a ese Viernes 30 de mayo.
                El hecho de que sea Viernes es significativo, porque en la mañana, cuando se presentó con una muestra de anticonceptivos donde la tercera ginecóloga de la semana, ella lo fulminó mirándolo de pies a cabeza, sonriéndole por el costado, con labios de mujer implacable.
- Qué te parece salir hoy en la noche...mañana no atiendo la consulta – le dijo sin complicación.
                Sin embargo este Viernes no resulta significativo solo porque una clienta lo invitó a salir, ni porque se rehusó graciosamente, sino porque  fue a través de ella, en ese lugar, donde por primera vez en el día vino a su mente la idea de un teléfono. Probablemente si se tratara de un Lunes, la invitación no habría sido formulada, ni tampoco la doctora le habría pedido intercambiar números telefónicos en vista de la negativa a salir ese mismo día... los Viernes tienen un clima nocturno, social. Y el teléfono es un artefacto social que acorta, o agranda según el caso, la distancia entre las personas.
                Pero el caso es que fue en esa consulta donde primero un teléfono tuvo que ver con él...Y con mujeres, por qué no decirlo.
                La segunda aparición de un teléfono fue en la avenida Pajaritos a eso del medio día, mientras se dirigía maletín en mano a la farmacia que está al interior de un supermercado “Líder”. Sucedió de modo casual. Él se detuvo en un kiosko a comprar chicles y, cuando buscaba en el bolsillo del abrigo las monedas para pagar, sonó uno de los teléfonos públicos que había a un costado del atril con los diarios; una mujer canosa pero atractiva que leía los titulares levantó la mirada hacia la suya.
- Ayer pasé por aquí a esta misma hora, y también sonó ese teléfono...- le comentó.
               Él se encogió de hombros y como respuesta solo esbozó una sonrisa. Seguía su camino cuando la mujer volvió a hablarle.
- Si yo fuera tú contestaría ese teléfono – le dijo – a veces puede resultar curioso oír el mensaje de un extraño...
                Él instaló un sus mejillas un gesto de travesura, pero antes de que levantara el auricular, cesó la llamada. Luego se alejó del lugar tras un cordial encogimiento de hombros que la mujer imitó con exactitud amable.
                El tercer momento del día en que surgió un teléfono fue a la hora de almuerzo, en un restaurante de la avenida Blanco Encalada. El recinto estaba repleto, los mozos se abrían paso como equilibristas, y el bullicio general sumado al hambre que sentía, impidieron que alcanzara a oír el campanilleo de un teléfono que había junto al cajero, en el otro extremo del restaurante. Una adolescente de pelo suavemente ondulado lo miraba con insistencia, pero su atención se concentraba en las escalopas con tomate y puré que recién le habían servido. De un momento a otro el cajero, que quizá también era el dueño, alzó su cuerpo por sobre el mesón, sosteniendo el auricular.
- Hay alguien que se llame David?!!!!- vociferó, con cara de pocos amigos.
                Por fracción de segundo fue silencio lo que se oyó. La cabeza de él se irguió con rapidez suficiente, dejando en evidencia, para la adolescente, que era su nombre el que acababa de oírse. Es cierto que casi todos los presentes movieron sus cabezas al oír la voz, pero lo de él  fue en la cara, una contracción...en todo caso no era a él a quien llamaban, no podía serlo, puesto que nadie que lo conociera sabía que a esa hora estaba ahí. Se sorprendió de haber admitido la posibilidad de que alguien pudiera llamarlo, y sintió un cierto alivio al ver a un gordito acudiendo entre bromas. Quizá a esas alturas del día ya intuía lo estaba por venir.  Pronto acabó con las escalopas, pagó la cuenta y se esfumó a cumplir con las visitas que le quedaban por hacer.
                El resto de su día carece de importancia. Ahora va rumbo a su casa y, por lo visto, su sistema sensorial no alcanza a detectar que dentro de escasos minutos le espera uno de esos toboganes directo al pasado...el asiento que lo acoge, de veras lo acoge. La persona que viaja a su lado es una anciana menuda que no abusa del espacio, y en cierta forma la canción que proviene de los parlantes empieza a contagiarlo. Se siente cómodo al recordar, gracias al ritmo cadencioso, que pocos días atrás, o quizá hace exactamente una semana, Alejandra, que trabaja para el mismo laboratorio y con la que existe un velado juego de seducción, estaba junto a él sentada en un mullido sillón, en una fiesta. Sonaba la misma canción, “Genio del Dub”. Él  recuerda que  la ocasión permitió que se entablara un cierto doble diálogo lleno de insinuaciones, diálogo que terminaría con más de una carcajada proveniente de los labios de ella, que moría por levantarse y bailar...Ahora él  va exhausto, pero pensar en Alejandra con su deliciosa voz lo reconforta.
                De algún modo podría decirse que así empieza todo, con esa tenue inclinación de la memoria de él  hacia un pasado cercano, dulce. Pero ya la suerte inició la cuenta regresiva. Y un pasado mucho más denso, oscuro, está por materializarse de pronto. Otra mujer, cien veces más incrustada que Alejandra o que cualquiera en la vida de él, va caminando por la Alameda, a escasos metros de la micro donde él viaja. Probablemente más de una vez los pasos de ambos estuvieron cerca, muy cerca, durante todo el tiempo que ha pasado desde el último día que se vieron, pero ahora, un Viernes 30 de Mayo, es el momento donde se cruzan... El primero en notarlo es él mismo, que súbitamente se lanza afuera de la micro, esquivando autos tras ella. Resulta providencial que la micro esté detenida en ese momento, esperando la luz verde y con la puerta abierta.
                Corre, zigzaguea por la vereda, sin darse cuenta de que no necesitó los anteojos para distinguirla entre el tumulto de peatones; reparará en ello cuando esté a punto de hablarle. De momento, mientras avanza, no sabe bien para qué ha saltado de la micro. Por un instante cree recapacitar, se ve a punto de dar media vuelta y olvidarse. Pero sabe, intuye que si la deja ir, más temprano que tarde va a causarle remordimiento no aprovechar la oportunidad de hablarle, de saber en qué está su vida; mal que mal, sabe que el cráter dejado por ella todavía resulta demasiado grande como para que alguien mas venga y lo cubra
                La agitación lo excede, la convulsión no le da tiempo para detenerse y pensar; la mano que sostiene el maletín va más húmeda que la otra; el abrigo dificulta su desplazamiento entre la gente. Siente sed y, ya a escasos metros de alcanzarla, nota que hay algo extraño, nuevo en el pelo de ella; vista desde atrás la imagen no concuerda con la de su memoria. Pero es solo eso, unos matices rojizos que provocan la ilusión de humedad, como si viniera recién saliendo de la ducha, por decirlo así...un poco por ansiedad y un poco por costumbre busca los anteojos y, es en ese segundo cuando nota que no los ha necesitado para distinguirla desde al micro. Y la extrañeza no termina: recuerda que en el tiempo en que estaban juntos, él no necesitaba usar anteojos. Temiendo que voltee de pronto y lo vea con ellos puestos, los deja en el bolsillo. Quizá por eso se decide a hablarle de golpe, de algún modo saca coraje ayudado de la propia exaltación.
- Qué tal ? – es lo primero que le dice, con la lengua dura, mirándola fijo y apretándole un brazo; las piernas amenazan con temblarle más de la cuenta. Ahora la escena podría resultar estimulante para cualquier cineasta: ella no da crédito a lo que tiene en frente. A juzgar por su  expresión, por la forma en que acusa el golpe de verlo, es como si de pronto un desconocido viniera y sin dilación le pusiera la mano entre las piernas; el gesto es de los que solo se escapan cuando se está a solas.
                A él lo atrapa cierta sensación que no recordaba o que había resuelto olvidar. No supo qué mas decir. Luego Ella se serenó cuanto pudo; iba a hablar, pero él se abalanzó.
- Supongo que no me has extrañado, pero no importa – le dice.
                Todo ha sucedido con cómica rapidez. Ella aún no dice nada, y por la vereda la gente va y viene normalmente. La conversación que inician prefiere la trivialidad, pero el trasfondo termina por ejercer su natural presión. Hablan, ella habla. Ella termina por decirle que quizá fue un error haber terminado la relación, que desde entonces ella no ha sido feliz. Mas bien lo ha pasado pésimo, reconoce. Él no cabe en si, ahora es él quien no da crédito a lo que esta sucediendo. Al cabo de poco deben despedirse, pero contra lo que era de esperar, ella se niega a dar su número telefónico a él, que insiste. Argumenta que no quiere abrir viejas heridas, que es mejor dejarlo hasta ahí. Él le dice que no, que con todo siempre fue él quien sufrió sacando la peor parte en la relación. Finalmente ella acepta, le da su número y se despiden. Se están despidiendo, pero se da tiempo para recordarle a él la escena de hace cinco años, cuando todo terminaba una mañana de otoño. 
- Te hice mucho daño – comienza a decir – no supe quererte como tu a mi. Y te abandoné cuando mas necesitabas sentirte querido...De verdad me sentí como una perra, pero terminar era mejor que dejar pasar los días viendo cómo confiabas en mi, y yo con mi cabeza en otra parte...
- Estabas enamorada de otro – interrumpe él.
- Puede ser, pero nunca se me va a olvidar la mirada tuya de esa mañana, cuando te lo dije y te fuiste sin siquiera dar un portazo...Hubiera preferido que te enojaras, que me insultaras... ahora, después de eso, me cuesta mirarte a la cara.
- Si yo fuera tu, simplemente asumiría que esas cosas pasan, y me diría a mi mismo que  si ahora estamos parados aquí, quizá sea por algo...yo no te guardo rencor...
- Ahora te di mi número de teléfono, quieres que nos mantengamos en contacto...Yo no sé, no sé.
                Finalmente no saben si abrazarse, no saben si decir adiós o hasta luego. Ella le pide, le ruega que le dé un tiempo para pensar antes de que decida llamarla...él casi acepta, pero ella cambia de opinión y termina por pedirle que no la llame, le asegura que cuando se sienta preparada va a ser ella quien marque su número. Le asegura que eso va a suceder, pero le pide, le repite que le dé tiempo. Él se sorprende, y no puede dejar de decirle que su aprensión es un tanto exagerada, que si se hablan, y si se ven, incluso, no hace falta reiniciar nada, solo eso...mantener un cierto contacto.
                Cuando llega el momento en que él se queda solo, de pié entre la gente que avanza, también llega el momento en que piensa y se dice que, aunque parezca extraño, durante ese día ha habido muchos teléfonos de por medio. Es algo que piensa con alegría, casi como consecuencia de la conmoción que evidentemente ha causado en ella. Porque lo cierto es que no esperaba que  pudiera sentirse tan afectada al verlo otra vez...Se dice que aunque no la vuelva a ver en otros cinco años, ya no va a ser lo mismo cada vez que  la recuerde. En otras palabras, y para decirlo de una vez, es aquí que comienza a percibir que hay otras fuerzas (o como se llamen) actuando sobre él. Siente la vibración, un leve parpadeo en el aire...como si se le hicieran visibles las ondas electromagnéticas de las cientos de  llamadas telefónicas ocurriendo en ese instante.
                Pronto se echa a caminar, lentamente. En uno de los kioskos compra cigarrillos, porque sabe que apenas llegue a su casa va a prepararse un buen trago. O más de uno. A medida que avanza, la sensación de que algo extraño lo ronda se hace mas intensa. Piensa, analiza, y aunque no logra una conclusión que lo ayude a entender la causa, está seguro de que  eso que siente en el pecho es distinto de la euforia tras el encuentro con ella. Es evidente, en todo caso, que ese estado se relaciona con el hecho, pero es otra cosa. Entre la gente lo que ve es el chillido de cada segundo que pasa, un sonido similar al que harían las alas de un insecto al frotarse. Claro, habría que decir que oye eso entre la gente, pero es algo visual, porque lo que experimenta en sus ojos se parece a lo que podría ver cualquiera si se pusiera una media de nylon estirada sobre la cara. La vibración coincide con el parpadeo en su retina...aunque quizá se trate de una deformación dado que no se ha puesto los anteojos...pero no, además hay algo distinto en la composición del aire, eso si es claro. Puede olerlo, como un aroma de frutas...
                Lo cierto es al cabo de una hora abre la puerta de su casa. Junto con el crujido de las bisagras, hay algo como un pájaro invisible golpeando los rincones... Enciende la luz como todos los días, pero con cierta cautela, deja sobre el sofá su abrigo junto al maletín. Y prende la radio. No necesita sintonizarla para hallar en el dial una canción que esté a la altura de la circunstancia, porque otra vez es la canción “Genio del Dub”, de los “Cadillacs”. Sonríe, y aunque no es una canción que le provoque grandes emociones, acepta que es extraño...aunque todo se ha vuelto extraño.  A medida que se quita la corbata y se desabotona el cuello de la camisa, se agacha para sacar del pequeño estante una botella de vodka. Ahora ese algo se mueve con lentitud, se arrastra por el techo produciendo un sonido parecido a... no sabría precisar a qué se parece. Luego se dirige a la cocina, toma un vaso que pronto llenará con tres o cuatro cubos de hielo.
                Estaba recostado sobre el sofá, se había quitado los zapatos. Apretaba entre sus dedos el vaso a medio consumir cuando decidió que la llamaría en ese mismo instante. Lo que se oía en la radio ahora era una canción que sí le provocaba cierta emoción...era, precisamente, una de las canciones que  le recordaban a ella. Sobretodo le recordaba un fin de semana en el campo, donde la señal radial era débil y, adivinadora, había llevado unos CD ´s. “Real Love” creo que es el nombre de la canción.
                Se incorporó con un movimiento que quiso ser rápido pero que resulto un tanto torpe. Tomó el aparato con sus dos manos y digitó el número, que ya conocía de memoria. Al otro lado de la línea tardaban en responder, con cada intervalo el pecho se le agitaba más.
- Aló – se oyó la voz de ella...un poco trastocada, quizá intuyendo que podía tratarse de él.
- Aló – repitió, con evidente ansiedad.
- Soy yo, David… se que no querías saber de mi hasta...bueno, más adelante, pero es que no puedo, necesito verte, te he necesitado mucho.
- Si, si se, pero...no esperaba verte así tan de repente. Además me siento culpable, sabes...
- Te dije que no tienes por qué sentirte culpable...son cosas que pasan, nadie decide muy bien de quien se enamora...yo sé que si hubieras podido decidirlo te habrías quedado conmigo, yo se...sé lo mal que la pasaste con ese tipo, sé que incluso te pegó mas de una vez, cuando todavía estabas conmigo...y no preguntes cómo lo se...
- Si, la historia esa del asalto no me la creí ni yo...
                Mientras habla, él  ya ha tomado pleno conocimiento de que nada ese día fue fortuito. Ni los teléfonos, ni la música...incluso otros detalles que no vale la pena mencionar. Ahora está de pié, sosteniendo el auricular y hablando con Ella...y alrededor hay un verdadero concierto de cosas perceptibles. Parece que todo gira. El sonido que había cuando recién abrió la puerta ahora no es uno solo, si no que son mas de un pájaro invisible golpeando las murallas (decir pájaro invisible es una forma de nombrarlo). La luz parpadea cada tanto, la radio pierde sintonía...podría decirse que se trata de una baja en el voltaje, pero aquello que cambiaba la composición del aire tras el encuentro en la Alameda ahora ha vuelto con mayor intensidad, el chillido de los segundos gobierna cada milímetro del espacio cercano a él. Siente que podría lanzarse a si mismo contra una de las  murallas y atravesarlas perfectamente hasta la casa vecina...puede oler lo que ocurre a su alrededor. Sabe, por ejemplo, que su vecino se prepara unos huevos con tocino y orégano, aunque no tiene idea cómo es que lo sabe.
                El diálogo se parece mas bien un monólogo atravesado por una creciente exaltación. Los sentidos de él cobran  sensibilidad como nunca antes, pero no se inquieta...
- Ahora tengo la fuerza...- le dice – no sabes cómo te me has metido por la piel ahora...si yo te tocara saltarían chispas al ponerte mis dedos...y si te besara...si te hiciera el amor...probablemente se desataría una reacción en cadena...te hablo de algo físico, es algo con las neuronas, no se...es que tendrías que estar en mis zapatos para comprenderlo...no, qué digo, si esto no se comprende, se siente...mi amor, nada de lo de hoy es casualidad, nada...dime...tu día hoy, fue algo extraño también?...yo sé que si, es imposible que no lo haya sido, algo en el aire me lo dice...entiendes...? Todo esto no me pasaría si no fueras tú. Eso está claro. Acá alrededor todo vuela, y sabes que no es una metáfora...incluso podría decirte qué calcetines tienes puestos ahora, porque lo sé, se todo...y no me preguntes cómo es que lo sé.
- Para...detente un poco...sirve de algo si te digo que mi corazón late demasiado fuerte...? Me refiero a que quizá en otra circunstancia se me provocaría un desmayo o algo así...respiro con un poco de dificultad...pero al exhalar, al eliminar el aire que ha circulado por mis pulmones y que se lleva un montón de partículas que venían en mi sangre, en ese segundo en que casi me quedo sin aire, hay algo que me vibra en los ojos, como que la luz que pasa hasta la retina se hace mas fina...no sé, creo que también podría decirte el color de tus calcetines, por ejemplo. 
                En ese segundo, al oírla, alcanza un punto tal que le resulta imperiosa la necesidad de salirse, de echarse hacia fuera...es ahí, en ese momento de la conversación, que se lo propone a ella...
-         Lánzate – le dice con agitación – deja de respirar un momento y así como vez el color de mis calcetines, intenta ver el interior del cable del teléfono, date cuenta del cobre, del movimiento eléctrico…hay unas formas que se distinguen, que cambian de posición…intenta sólo ver las formas, enfócalas…haz que se agranden, es un olor como de piedra con chispas…Lo sientes? Haz que todo alrededor se encoja…Puedes?...yo ya estoy…Haz el intento de estirar el brazo, de darme la mano…Ya te…
                En ese momento las cosas como que se detuvieron así tal cual, inmóviles en ese segundo. Lo que vio a continuación fue su mano colgando con determinación el auricular. Pudo ver sus dedos haciendo presión contra la superficie blanca de plástico.  Ahora la voz, las voces, los sonidos confusos se alinearon para dar paso a una canción que poco (o mucho, según se mire) tenía que ver con lo que había estado sucediendo.  La canción era la canción de la película Los Cazafantasmas, y las últimas palabras articuladas, y que no eran las suyas, fueron palabras que decían algo así como..”Ya te atrapé, condenado fantasma, no podrás salir de este aparato, a menos que dejes de ser un fantasma, ja ja jaj” Se prometió a si mismo no volver a dormirse sin antes apagar la televisión. Y se durmió en paz.

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